Giacomo Becattini y Antonio
Vázquez Barquero han sido los autores encargados de revivir la importancia de
los procesos de producción local, no solo como alternativa de organización
empresarial frente a las grandes producciones en serie y estandarizadas de las
grandes empresas multinacionales, sino también, como una forma viable y
eficiente de alcanzar el desarrollo económico.
Becattini, mediante la explicación de los
surgimientos y desarrollo de los llamados Distritos Industriales Marshallianos,
en un contexto de postguerra, expone cómo la base desarrollo local en comunidades
de Italia se logró a través de la conformación de estructuras productivas a
partir de aglomeraciones de pequeñas empresas artesanales, talleres, trabajo
domiciliario, producción familiar etc. que conjugadas con relaciones de
intercambio emanadas sobre todo por una “moralidad comercial” representadas en
conceptos de confianza y cooperación, se alcanzó consolidar un desarrollo local
impulsado por la propias características de cada localidad y por demandas de
productos diferenciados y personalizados.
Vázquez Barquero, por su parte,
retomando también características intrínsecas del individuo como la calidad de
sus valores y conocimientos, pondera a su vez características propias del
territorio en función de su capacidad para promover el desarrollo diversificado
a partir de sus propios recursos. Combinaciones entre las características del
individuo y del territorio conforman instituciones y sistemas productivos
locales generadoras de acumulación de capital e innovaciones ancladas a las
condiciones del propio espacio local.
Así, es a partir de estas dos
ideas como se consolida la visión del desarrollo endógeno, entendida como la capacidad
del territorio para ahorrar e invertir los beneficios generados por su
actividad productiva en el propio territorio y promover el desarrollo
diversificado de la economía con base en sistemas productivos locales que reúnan
un conjunto de factores, que permitan a las economías locales y regionales emprender vías diferenciadas de
crecimiento. Es en este contexto donde las políticas industriales
regionales tienen gran importancia.
Entonces, básicamente se puede
afirmar que es en función de la eficiencia de las ciudades y las
particularidades de la cultura y comportamiento de la sociedad local como se
pueden consolidar los sistemas productivos locales, impulsados por estrategias
de políticas industriales diferenciadas en cada región. Ahora bien, tratando de hacer un
ejercicio metódico para llevar todas estas ideas de desarrollo endógeno al
contexto de México y a su aplicación en cada una de las regiones de la
república mexicana, considero que es indispensable identificar los cuellos de
botella que podría tener la economía mexicana para consolidar en la práctica
cada uno de los estatutos y premisas que trae consigo la teoría del desarrollo
endógeno.
En este sentido, uno de los
obstáculos que identifico es la capacidad institucional del Gobierno. La teoría
del desarrollo endógeno establece fuertemente la importancia de políticas
públicas de desarrollo regionales, estructuradas de abajo hacia arriba, para la
generación de ciudades eficientes y estrategias de desenvolvimiento
diferenciadas en cada región, según sus propias características. Sin embargo, si se desea
consolidar ciudades eficientes y políticas industriales de abajo hacia arriba,
entonces, la estructura constitucional y jurisdiccional de México dicta que se
debe girar la vista a los gobiernos municipales. Institucionalmente éstos son
los encargados de la planificación urbana y de la prestación de servicios públicos
urbanos en cada una de las ciudades. Por tanto, en México, la eficiencia de las
ciudades depende de los gobiernos locales.
Hablar de gobiernos municipales
es visualizar un nivel de régimen totalmente heterogéneo y diversificado. No
obstante el municipio toma mayor importancia en el desarrollo del país en esta
visión del desarrollo endógeno, en función del grado de competitividad a la que
logran desarrollar sus ciudades. Hoy en día los inversionistas canalizan su
capital e inversión a partir de aspectos de mercado, estrategias empresariales
y ventajas competitivas del territorio. Y en este escenario, el gobierno
federal, constitucionalmente, es sólo un espectador más.
A tal grado que considero,
inclusive, que el rezago de los gobiernos municipales, entre otros factores, es
un determinante importante y explicativo de que México crezca a un nivel mucho
menor que otros países. Economías desarrolladas consolidaron gobiernos de aproximidad
fuertes y eficientes, que son en gran medida, causas del desarrollo sostenido
que han presentado estas naciones. Francia e Inglaterra son ejemplos
positivos, desde mi punto de vista, de que la descentralización y el fortalecimiento
de los gobiernos locales son aspectos fundamentales para el desarrollo endógeno.
México tiene aproximadamente
2,400 gobiernos municipales, no obstante Francia, con una extensión territorial
aproximada al estado de Chihuahua, tiene 36,000 gobiernos locales (comunas) los
cuales tienen una alta cultura de asociación y cooperación para casi todos los
servicios básicos de las ciudades. En México resultaría
hoy en día poco menos que imposible generar una descentralización así debido a
las trabas institucionales y limitaciones en estructura. Lograr políticas
económicas estructuras de abajo hacia arriba y políticas industriales
regionales eficientes exige un poder institucional y planes de largo
plazo ordenados y efectivos. No obstante, no existe en México condiciones
políticas e institucionales para que los planes municipales a largo plazo sean
efectivos.
Las administraciones de los
ayuntamientos son muy cortas y la ley no permite a los presidentes municipales
comprometer los recursos de sus municipios fuera de su tiempo de administración
¿Así cómo se pueden efectuar políticas industriales locales de largo plazo con
infraestructura importante emanadas de abajo hacia arriba? Lo anterior sin considerar
aún la heterogeneidad en gobierno locales en función de las diferencias de
equipamiento y de capital humano que tiene cada uno de éstos.
Ahora bien, esta heterogeneidad
puede contrarrestarse si existieran acuerdos intermunicipales para el ofrecimiento
de servicios públicos compartidos. Sin embargo, no hay una cultura de asociación
municipal, pues existen muy pocos gobiernos metropolitanos intermunicipales.
Sin acuerdos entre gobiernos municipales y estatales ¿cómo emprender políticas
económicas regionales?
Como punto de partida para salir de este
entramado político-económico considero dos aspectos importantes: acción pública
y desarrollo de las superestructuras. Acción pública entendida como la
vinculación del gobierno con la sociedad (entre ésta, los empresarios) para
responder a los problemas de las ciudades. Es claro que el gobierno municipal
no puede solo, entonces la participación ciudadana con base en la conformación
de redes de actores (ciudadanos, empresarios, y servidores públicos), puede ser
un inicio de cooperación eficiente que poco a poco mejore la competitividad del
territorio.
Generar redes de actores o acción
pública no es fácil y no se logra en el corto plazo. No obstante una vez
consolidada, ésta no depende de los cambios de gobierno ni de la estructura
constitucional; entonces, se estaría en condiciones de planificar a mediano y
largo plazo. Ahora bien, en el mediano plazo, considero que dicha red de
actores debe evolucionar a una figura institucional anidada en los institutos
municipales de planeación, que desde mi punto de vista, puede ser un mecanismo
para generar y estructurar política pública local de largo plazo que no esté en
función de cambios de administraciones o alternancia política. El objetivo
sería que dichas organizaciones ciudadanas se consoliden a tal grado que los
costos políticos de hacerlos a un lado o quitarlos por parte de las
administraciones municipales vigentes, sea alto.
En esta línea, no se puede lograr
todo lo anterior expuesto si no existe una modificación y una transformación en
las llamadas superestructuras, en la visión de Marx. Es necesario que la
sociedad, tal como lo postuló también en su obra Vázquez Barquero, esté abierta
a cambiar todas aquellas actitudes que limiten la cooperación para alcanzar el
desarrollo endógeno. Y ello se logra institucionalizando cultura organizacional
y emprendedora a partir de mejoras en la educación. Al final de cuentas, las
instituciones son hechas y manejadas por los ciudadanos, por las personas.
Entonces se debe trabajar con el individuo para lograr una transformación
institucional. Una premisa de la corriente neoinstitucional expuesta en la obra
de Douglass C. North dice que, la diferencia entre un país desarrollado y uno
subdesarrollado está en la calidad de sus instituciones.
Acumulación de capital, inversión
en investigación y desarrollo, difusión de innovaciones, consolidación de
distritos industriales, sistemas productivos locales competitivos, ciudades
eficientes y factores territoriales, son conceptos que la teoría económica
establece como las claves de desarrollo económico, en sus diversas
perspectivas. Debe pensarse entonces como conjugar y hacer operativo cada uno
de los conceptos antes señalados dentro de las características institucionales
de cada país.